La semana de la Memoria, la verdad y la Justicia constituyó una nueva ocasión para, con la invitación de la Biblioteca Oscar Masotta (BOM) y de la Red de Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas (AAPP), encontrarnos a presentar algunas lecturas de la Revista Analytica del Sur – Psicoanálisis y Crítica- N°13 A continuación presentamos un comentario realizado por Aldana Macena sobre los efectos de esta actividad, que nos convocó bajo el título Democracia, memoria y verdad. Psicoanálisis y disputas por el sentido.
Julia Pernía
A cuarenta y un años de la vuelta de la democracia, nos reunimos a partir de la propuesta de la Biblioteca Oscar Masotta, propuesta que ya se renueva por tercera vez, donde bajo la consigna Democracia, memoria, verdad – psicoanálisis y disputas por el sentido- colegas de la Red de Asociaciones Analíticas y Publicaciones Periódicas (Red AAPP), realizaron una lectura de la Revista Analytica del Sur – Psicoanálisis y Crítica- N°13. Fue Julia Pernía, Presidenta de la Asociación de Psicoanálisis de Misiones- Instituto Sigmund Freud-, quien presentó las intervenciones, como maneras de pensar y de interpretar, tanto los discursos que permitieron la última dictadura militar argentina, como la situación actual del país, que apunta hacia un desmantelamiento de lo público y de lo común. Se puso en juego la idea de que los significados, los sentidos, no son fijos, si no que se encuentran en disputa.
Por un lado, Carla Pohl, miembro de la Biblioteca Freudiana Oberá, hizo referencia a la fundación de la Revista Analytica, efecto del deseo de Enrique Acuña, colectivizado en forma de Red. El espíritu de la publicación, plasmado ya en su primer número, es el rasgo del psicoanálisis que se debe posicionar de manera crítica en la cultura y en la época. Vuelve sobre el significado del Sur como orilla, como límite o agujero al discurso dominante. Aquello permite, por ejemplo, realizar una lectura del golpe militar, resignificar la historia y localizar, cada vez, quién es el sujeto en cada frase que se dice, aunque a simple vista se pueda ver como una consigna sin autor.
Luego, la intervención de Alejandro Sosa Dias, miembro de la Red AAPP, marcó una dicotomía entre la movilización popular que tuvo lugar el pasado 24 de marzo en las calles y la militancia en las redes sociales. El sentido de la historia siempre está en disputa, ello quedó demostrado por el recorrido que hizo a partir del significante democracia, que en el tiempo reciente parecía ser algo del día a día, pero que en el siglo XIX generaba miedo en las clases privilegiadas, ya que era el gobierno de los pobres libres. Posteriormente, en el siglo XX se produce una generalización de la democracia, que con el tiempo se vuelve una cuestión institucional y en lo contemporáneo, donde prima la lógica del mercado y cierta desconfianza en el otro, la democracia vuelve a tener transformaciones en su significado. De todas maneras, señaló que el 24 de marzo sigue siendo la fecha en la cual se conmemora un cierre a los ciclos de entrada y salida de gobiernos militares, que además no fueron todos iguales. Sobre todo, destacó la génesis de la última dictadura militar argentina marcada por la derrota de las clases populares, que permite pensar lo que sigue.
A continuación Fátima Aleman, miembro de la Asociación de Psicoanálisis de La Plata -PRAGMA APLP-, volvió sobre la memoria, término que siempre le interesó a Sigmund Freud, poniendo en juego como se recuerda y cómo se olvida. Para el psicoanálisis existe la memoria biográfica, y la memoria del sujeto del inconsciente, o como lo planteó Jacques Lacan en el Seminario 17, la inalterable memoria del goce. A partir de testimonios, unos ligados a la lectura de la dictadura con el sentido compartido con Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y otro, que se presenta como novedoso, pero que resulta en una repetición del pasado, el retorno de un goce, que tiene que ver con el menemismo y la dictadura, planteó la disputa del sentido, donde incluso aparecen los mismos significantes, pero combinados de manera distinta, produciendo otro sentido. El primer testimonio, el de Analía Kalinec, la hija desobediente de un genocida, cuyo relato es el de alguien que rompe con la tradición familiar al enterarse del papel de su padre en la dictadura. Asimismo, el testimonio de Victoria Montenegro, quién por haber sido una niña apropiada durante la dictadura, vuelve a adoptar el nombre que sus padres le habían puesto. En la vereda de enfrente, el spot oficial del gobierno actual que recurre al relato de Tata Yofre, cuestionando el número de desaparecidos durante la última dictadura, como una clara provocación. Introdujo así, la necesidad de delimitar la negación como mecanismo de defensa, que no es lo mismo que el negacionismo, que hay que pensarlo como más parecido a la desmentida.
Al finalizar, Julia Pernía retomó detalles de cada intervención y señaló que en esa disputa por hegemonizar el sentido de la historia, se ve como efecto la pasión del odio que recae sobre los símbolos del otro. La actividad finalizó con comentarios de los asistentes, donde resonaron cuestiones ligadas a la memoria, que el psicoanálisis liga al goce. Además de las respuestas en masa, que pueden aparecer como cuerpos reunidos en espacios públicos o como enjambre digital, el psicoanálisis plantea la respuesta que se ubica en el uno por uno, y un decir del que cada uno es responsable.
Alusiones Literarias, lleva por título este escrito de Christian Gómez (director de enseñanzas del Instituto Sigmund Freud) que continúa una clave de lectura de la situación política actual en clave del psicoanálisis. El lector se encontrará con referencias literarias que alusivamente se vuelven brújula para pensar en la coyuntura: “El atroz redentor Lazarus Morell” de Jorge Luis Borges, donde aquél que promete libertad no hace más que jugar con la esperanza de los esclavos, y Roberto Arlt a través de Oscar Masotta que devuelve la pregunta: ¿de dónde salieron tantos monstruos?, para pensar el lugar del individualismo, donde los yoes se repelen unos a otros. Las sensibilidades literarias nos llevan la delantera. Se trata, una vez mas, de dejarse enseñar. ¿Qué cosa? Que la historia no toma el rumbo lógico que se esperaba otrora: conciencia de clase y organización política, más bien se devela que alguien puede ir contra sus propios intereses cuando la pasión del odio al otro, impera. Allí, el significante libertad puede esconder lo peor. Este texto nos advierte: la pulsión de muerte puede ser capturada y volverse tendencia.
Redenciones atroces
Dinero y libertad, dólares resonantes de plata y libertad,
¿Qué mejor tentación iban a ofrecerle?
J.L.B.
El fatal manejo de la esperanza domina el abyecto método que Jorge Luis Borges detalla en “El atroz redentor Lazarus Morell”, texto que abre su Historia univeral de la infamia(Emecé. Bs. As. 1974) y que nos interesa comentar a la luz del panorama político en Argentina, y más allá de ella también ya que no se trata de ningún fenómeno aislado y original.
¿Qué la historia copie a la literatura? Inconcebible, sostiene el propio Borges en “Tema del traidor y del héroe”. Que la literarura enseña y va un paso adelante es algo que sabemos por el psicoanálisis.
He aquí la saga borgeana, parodia barroca de Mark Twain:
Bartolomé de las Casas decide en 1517 reemplazar a los indios que se extenuaban en las minas de oro antillanas por negros que se extenuaran en las minas de oro antillanas. A esta curiosa variación de un filántropo, dice Borges, debemos numerosos hechos. Entre ellos, la culpable y magnífica existencia del atroz redentor Lazarus Morell.
Parte de los llamados poor whites (canalla blanca), Morell pergeña su método de emancipación con las aguas del Mississippi (Nueva Orleans) como teatro. Allí, las vastas plantaciones de algodón a orillas del río son trabajadas por negros de sol a sol. De difusos parentescos más allá del de madre-hijo, canturrean un inglés de lentas vocales mientras se convierten a la fe de Cristo.
Los propietarios de esas negradas son ociosos y ávidos caballeros de melena que habitan largos caserones que miran al río y tienen un pórtico pseudo griego de pino blanco. Antes que el ingrato esclavo muera, están decididos a sacar de ellos el mayor rendimiento.
Morell, cuyos rasgos no predisponían en su favor (“sabemos que no fue agraciado de joven”), no era un yankee, era un caballero del Sur que conocía el arte de predicar tomando al azar cualquier párrafo de la Biblia hasta hacer llorar a aquellos que vieran a sus ojos llorar aunque supieran que era un adúltero, un ladrón de negros y un asesino.
El método que nos interesa no le es revelado por sueños como a Descartes sino por el robo de caballos en un estado para venderlos luego en otro.
La infamia, ejecutada en su mayor parte por mulatos, es la siguiente: recorrían las plantaciones y ofrecían a un negro desdichado la libertad. Tenía que huir del patrón para ser vendido por ellos en una segunda ocasión en una finca distante. Ellos lo ayudarían a huir de nuevo y le darían un porcentaje del precio de su venta.
Los esclavos emancipados por Morell y su ejército de mulatos recorrían los bordes del río pero al momento de la paga los hombres de Morell aducían algún gasto y decían que había que venderlo otra vez. Luego recibirían su libertad y la doble paga.
El aspecto jurídico del método no es menor, los esclavos solo son puestos a la venta una vez que el primer dueño denuncia la fuga y ofrece una recompensa a quien los encuentre, lo cual le da marco legal a la empresa.
El negocio sería próspero al menos que el negro, alguno de los negros, hable. “Unos jarros de whisky de centeno en el prostíbulo de El Cairo, Illinois, donde el hijo de perra nacido esclavo iría a malgastar esos pesos fuertes que ellos no tenían por que darle, y se le derramaba el secreto”. En esos años, un partido abolicionista negaba la propiedad de los esclavos y los incitaba a huir, pero Morell aspiraba a sus leguas de algodonal y su propia fila de negros trabajando de sol a sol.
¿La solución? Un balazo, una puñalada baja o un golpe y al Mississippi.
Delatado por uno de los suyos, Morell fue cercado por la justicia de la cual logra escapar.
Su plan último es aprovechar a los servidores negros del sur que creían en la libertad de aquellos a quienes habían visto huir y no habían vuelto. Una sublevación total de los negros, la toma y el saqueo de Nueva Orleans y la ocupación de su territorio en una exaltación de la redención.
Pero la historia no toma ese rumbo, dice Borges. No hay puebladas negras que son capitaneadas por aquel al que sueñan ahorcar y viceversa. Morell fallece de una congestión pulmonar mientras algunos focos de esclavos que intentan sublevarse son reprimidos “sin mayor efusión de sangre”.
Esta trama, tal vez barrocamente infame, puede ser articulada o continuada si tomamos los personajes que Oscar Masotta, en Sexo y traición en Roberto Arlt, agrupa bajo la denominación del Hombre de Arlt.
¿De dónde habrán salido tantos monstruos?
La bomba proletaria no aspirará a hacer saltar a los de arriba,
sino a un proletario, esto es, en Arlt, a un humillado.
O.M.
La obra de Arlt, dice Oscar Masotta (Sexo y traición en Roberto Arlt. 1958, publicado por Jorge Álvarez en 1965), es política menos por lo que dice que por lo que revela. Aquello de lo que se trata, y que nos interesa en este segundo punto, nada tiene que ver con las posiciones políticas de Arlt.
Se trata mas bien del Hombre de Arlt y lo que revela. El contenido social de los libros de Arlt es valedero, dice Masotta, no su contenido político.
Es que, en tiempos en que Masotta escribe Sexo y traición… y aun mas en tiempos de Arlt (promediando la primera mitad del siglo XX) esos personajes no encajan en las categorías políticas, o mas bien diremos que hay en ellas un factor no considerado al que el propio Masotta (es nuestra lectura) arribará Lacan mediante: el goce.
Un siglo después, esos “monstruos de sinceridad” parecen haber encontrado representatividad política y gritan sus consignas en el enjambre individual de las redes sociales. Muy distinto al silencio, el modo de hacer comunidad a que los confina la pluma de Arlt leída por Oscar Masotta. Veamos.
Oscar Masotta, dice Germán García, escribe contra el desasosiego de Raúl Larra (que escribe desde un cierto desencanto comunista). Pensemos en la desorientación que cunde en el libro de Larra, escribe Masotta; se topa de narices con el hecho de que en Arlt falta la comprensión del papel histórico del proletariado, confundiendo la opinión del autor con la de los personajes.
Se trata, para Masotta, de otra cosa, de mostrar un impasse por donde algo se revela: el Hombre de Arlt, “ese menesteroso de su alteridad, ese afanoso buscador de originalidades quiere alejarse del ámbito del que surge”. Ese ámbito es la masa.
Pero hay, en el Hombre de Arlt, una moral que no lo hace pasar de la masa a la clase, como esperaría un pensamiento de izquierda, sino más bien lo hace pasar a una moral del individuo. Es decir: el hombre de Arlt no aspira a la clase. Y ese es un factor que sus personajes revelan, pero no el único.
“¡Qué lista! ¡Qué colección! El capitán, Elsa, Barsut, el Hombre de Cabeza de Jabalí, el Astrólogo, el Rufián, Ergueta.¡Qué lista! ¿De dónde habrán salido tantos monstruos?”, escribe Oscar Masotta.
Erdosain es el centro, una especie dentro de un género: el de los humillados. Personajes condenados a ser lo que son y a justificar su existencia de naturalezas muertas. A-históricos, los define un clima estático que va del silencio a la angustia y ésta es ya síntesis de silencio y comunidad. Pero, esta es la cuestión, ¿Se trata de una comunidad de humillados?, ¿Será que la humillación acercan más a los hombres entre sí? Todo lo contrario, dice Masotta. En esta obra los humillados son seres moralmente culpables, y nada más difícil para un culpable que ser aceptado por otro culpable. No hay lazo interhumano o, mejor dicho, y ahí está otro factor que los personajes arltianos revelan y en el que Oscar Masotta ve una definición de clase, de la clase media: la delación. Hay el repelerse unos a otros.
Copio un fragmento del capítulo “Silencio y comunidad”, de Sexo y Traición(Eterna cadencia. Bs. As. 2008. Pág. 43-44)
Es un contacto sigiloso y aberrante que se produce en una atmósfera donde cada humillado se siente desencajado frente al otro, como alienado verticalmente en el otro, donde cada uno vive en el otro un ser peligrosamente semejante a sí mismo, un clima de repulsión y de resquemores. Hasta que finalmente esa atmósfera incierta se resquebraja por la aparición del sentimiento adecuado a toda comunidad entre humillados: el odio. Astier, un humillado, delata al Rengo, otro humillado; Erdosain, un humillado, es sorpresivamente abofeteado por Barsut, otro humillado, y un instante después, cuando Erdosain y Barsut parecen reconciliados, una idea vertiginosa y de acero, cuyo sentido es inmediatamente comprendido por Erdosain, cae sobre él, matar a Barsut.
Y agrega:
Es cierto que aparecen en esta obra esas sociedades secretas cuyos miembros piensan destruir o cambiar la sociedad, es decir, donde los humillados se unen entre ellos para volverse contra quienes humillan. Pero este subversismo no puede despistarnos, y no debemos olvidar que los actos de terrorismo individual que realizan los personajes desdicen los objetivos subversivos. Estos subversivos son anarquistas, pero al revés. El objetivo no consiste en colocar una bomba a un jefe de gobierno, o a un policía, o a alguien perteneciente a las clases altas.
Jorge Luis Borges, que ha leído a Arlt, juega con este aspecto en su cuento “El indigno”, donde se trata de la delación y de, en palabras de Masotta, hundir a un hundido. Prenderle fuego a un linyera se vuelve, para Silvio Astier, una empresa ontológicamente más viable a los de su especie que incendiar la ladronera del amo.
Se trata del mal como realización ontológica y de la traición como destino. Hasta acá Masotta, como el mismo lo dice en Roberto Arlt, yo mismo (1965), leyendo a Arlt con Sartre. Diez años después, viviendo el exilio al que lo condujeron los años del terror político en Argentina, en unas lecciones de psicoanálisis (solo recordemos al pasar su lugar como introductor de la enseñanza de Jacques lacan en lengua castellana) que dictara en el estudio del pintor catalán Guinovart, va a hablar de este factor en términos de goce, como aquella categoría que el psicoanálisis puede proponer incluir a los proyectos políticos. Hay el goce, eso que insiste en realizarse y que retorna cada vez de manera diferente, asumiendo formas contingentes pero manteniendo una consistencia que, como vemos en la actualidad, puede ser explotada, capturada y vuelta tendencia.
¿Lazarus Morell capitaneando un ejército de humillados que van, y arrastran, hacia lo peor en nombre de la libertad? Más bien, enseñan esos monstruos arltianos, se trata de individualidades. Libertad o muerte. Intuimos en esta frase el único modo en que la disyunción puede volverse conjunción.
Vamos la libertad carajo! Vociferan a la par, mientras quien ríe sabe que esa libertad no será más que la del mercado y la propiedad privada. Es que, como situaba J-B Bossuet, mientras la multitud se tome por el señuelo de la libertad, “ella sigue ciegamente, siempre y cuando sólo escuche el nombre”. Mientras un atroz fantasma atrás se agita: son los que celebran a Videla, se fascinan con Margaret Thatcher y militan que la justicia social no es más que una aberración.
Con un poco de tiempo para comprender, los resultados de las últimas elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) constituyen una iteración de lo mismo, señalando la aparición en esta última década de personajes como Trump oBolsonaro. También sus campañas políticas tuvieron como bandera el desprecio por la prensa, por la clase política señalada de corrupta y un llamado a representar la fuerza que daría lugar a una transformación inaudita. Pero no olvidemos, el sueño no fue el que se prometía, sino: mayor pobreza y desigualdad social, la concentración de la riqueza en manos de pocos actores económicos, mayor criminalización y punitivismo, pérdida de derechos adquiridos, persecución a minorías sociales. ¿Esta es acaso la libertad que se clama? Más bien, un solo destino para el sujeto contempla este plan: que se consuma hasta reventar.
Nos interroga la cuestión de cómo alguien puede ir contra sí mismo, y estamos advertidos de los estragos que pueden causarse en la trama social cuando un proyecto político puede tocar y conmover lo que Sigmund Freud supo describir como pulsión de muerte. Allí comanda un goce que va hacia lo peor.
Enrique Acuña ya señalaba que este nuevo Amo moderno, encarnado en estos sujetos, es efecto de un matrimonio violento entre el capitalismo y la técnica al servicio de lo más vil. Así, un órgano puede entrar en la circulación del dinero, como un mercado más, sin que una ética circunscriba un límite, un hasta donde.
Consideramos, orientándonos por la enseñanza de Lacan, que ese plan de mercado no produce más que mayores efectos de segregación. La segregación está a la orden del día, es incluso un instrumento político utilizado con éxito por la derecha neoliberal, no sin ser bien acompañado de la pasión del odio.
Somos más que varios los que resistimos a esta homogenización, y que creemos que lo social – como red que cohesiona- requiere al Estado como igualador de derechos y de un clima de libertad de la palabra para que el pueblo pueda emerger como sujeto político articulando demandas heterogéneas y plurales de aquellos sectores que claman aún una inclusión y una respuesta: trabajadores, pueblos indígenas, movimientos lgtbi+, mujeres y más (+). Aunque la unicidad sea siempre fallida, el (+) requiere de un Estado presente que garantice el acceso a más derechos, y a eso está – paradójicamente- ligada la posibilidad de cualquier libertad.
Atentos, una vez mas, a que la irreductible tensión entre psicoanálisis y política no se resuelve apelando al silencio, decidimos inaugurar con esta introducción una instancia de exposición. Exposición de aquello que, desde el psicoanálisis, podemos decir acerca de lo que implica el avance de la derecha, sus consecuencias sociales y particulares cuando se trata del sujeto del inconsciente y la sobredeterminación causal del ascenso a los extremos de las pasiones en el capitalismo del siglo XXI.
Julia Pernía -Presidenta de la Asociación de Psicoanálisis de Misiones-
Christian Gómez -Director de Enseñanzas del Instituto Sigmund Freud-